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El Puig Mayor y las cucarachas mutantes

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El Puig Mayor es un pico sin cima. Un monte decapitado, amorfo y rocoso. El omnipresente vigía que domina toda la sierra de Tramontana solo mide 1445 metros. Ya que le amputaron vilmente, y con toda la fuerza de la dinamita, cinco de sus infinitos y ponderados metros.   Cuando los USA-boys desembarcaron en el Puerto de Soller, allá por la primavera de 1963, deslumbraron a una isla de Mallorca que despertaba al turismo. Donde brillaban los hoteles de lujo erguidos con prisa en las costas que antaño eran despreciadas y deshabitadas. Según cuenta la historia autóctona, los hijos con más luces heredaban de sus padres las mejores tierras de labranza. Los menos privilegiados por la naturaleza, las costas salinas. Al cabo de unos años los desafortunados vástagos se convertirían el la exultante clase empresarial hotelera que hasta el día de hoy continuan reinado.   En aquellos años la paradisíaca perla mediterránea despertaba a los placeres prohibidos traídos desde tierras

Tu mirada

Según los Físicos el color es el resultado de las ondas reflejadas del espectro electromagnético, al incidir sobre un determinado objeto. Es por ello que no quiero apagar la luz, no vaya a ser que ese almendrado intenso de tus ojos salpicado por chispas de café dulce, solo sea una ilusión del influjo de tu alquimia...

Danza de números

Esta confirmado, el dieciocho es mi número de la mala suerte. No es el tres, esquivo y frió y que solo en algunas ocasiones   me acerca a esas escasas alegrías a la hora de terminar la jornada laboral. Tampoco es el siete, ese número “aguafiestas”, el del despertador, el del sonido chirriante por las mañanas frías y húmedas, apocalíptico, celestial para los adoradores del Mesías, demoníaco para algunos otros mortales. Mucho menos es el diez, aunque lo veo con algo de cariño, número mágico de mitad de jornada, hora de café y descanso, de merienda para algunos de almuerzo para otros. Tampoco le guardo ninguna rara manía al cinco, ningún afecto especial, solo es el número del recuerdo, el de la niñez, de la taza de leche con chocolate y tostadas con mermelada cacera. El número de la hora de los dibujos animados en   aquel aparatoso televisor en blanco y negro que emitía más rayas que imágenes. El dieciocho es mi número fatídico, decididamente deplorable. Las dos cifras se uni

La misma lluvia

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Campos, Mallorca. Oto ñ o 2011 . No dejo de asociar involuntariamente esta lluvia que hoy choca impredecible contra los cristales sucios, arrastrando toda su sencillez hídrica, con aquellas otras que me recuerdan las pesadas nubes oscuras que descargaban su furia fría sobre mi pequeño pueblo pre patagónico. Pero la lluvia sobre una isla se comporta de forma distinta, casi caprichosa. Difícil debe ser para el temperamento de una tormenta pasajera acertar sus pesadas gotas sobre un trozo de roca que asoma en medio de un mar embravecido.  Complicado puede resultar a esas nubes nerviosas divisar la tierra desde aquellas alturas y más aun, divisar esta Mallorca   muy bien protegida del viento de Tramontana por una sierra que precisamente lleva ese mismo nombre. Pero las nubes son solo eso, un fenómenos atmosférico que condensan la humedad hasta reventar en sus entrañas el agua que todo lo baña. No piensan, no sienten, no pueden poseer el recuerdo de cada gota que han trans